"- Voy a abrir la tapa del televisor para hacerle ver que esto es sólo un aparato electrónico lleno de lámparas, de cables y nada más.
- ¡No! No lo haga.
- ¿Por qué no?
- Sería como abrir una catarata de maldad. Aquí dentro está la violencia, la sangre, el horror, la mentira, todo está aquí, tratando de salir, de invadir las casas. Hasta los locutores, que parecen hombres y mujeres normales, no lo son, porque sólo hablan de guerra, de asesinatos, de... de raptos, de linchamientos.
- Pero si usted teme todo eso, ¿por qué sigue viendo televisión?
- Porque la necesito... porque ya no sé pensar... es ella la que piensa por mí".
- ¡No! No lo haga.
- ¿Por qué no?
- Sería como abrir una catarata de maldad. Aquí dentro está la violencia, la sangre, el horror, la mentira, todo está aquí, tratando de salir, de invadir las casas. Hasta los locutores, que parecen hombres y mujeres normales, no lo son, porque sólo hablan de guerra, de asesinatos, de... de raptos, de linchamientos.
- Pero si usted teme todo eso, ¿por qué sigue viendo televisión?
- Porque la necesito... porque ya no sé pensar... es ella la que piensa por mí".
("El televisor". Historias para no dormir. 1974)
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